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marzo 30, 2017
Las enfermedades cardiovasculares (ECV) siguen siendo una de las mayores amenazas para la salud humana y preocupan mucho a las comunidades médicas y científicas de todo el mundo. En la actualidad, las ECV, como las cardiopatías coronarias y los accidentes cerebrovasculares, representan el 31% de todas las muertes en el mundo, y se calcula que cada año mueren 17,5 millones de personas por esta causa.
Las enfermedades cardiovasculares (ECV) siguen siendo una de las mayores amenazas para la salud humana y preocupan mucho a las comunidades médicas y científicas de todo el mundo. En la actualidad, las ECV, como las cardiopatías coronarias y los accidentes cerebrovasculares, representan el 31% de todas las muertes en el mundo, y se calcula que cada año mueren 17,5 millones de personas a causa de estas enfermedades1. Es la principal causa de muerte tanto en hombres como en mujeres en EE.UU.2, y se calcula que uno de cada cinco adultos en China padece ECV, teniendo el país una de las tasas de mortalidad por ECV más altas del mundo3.
Los factores de riesgo se dividen en dos categorías: los que no se pueden prevenir, como la edad, y los que sí. De estas últimas, un número sorprendente puede atribuirse al estilo de vida: tabaquismo, hipertensión, lípidos elevados en sangre, sedentarismo, obesidad y, sobre todo, mala alimentación. Reducir el índice de masa corporal (IMC) hasta situarlo dentro del rango "normal" de 20 - 25 kg/m2 puede ayudar a reducir la presión arterial, los lípidos sanguíneos y el sedentarismo. Esto puede conseguirse manteniendo la ingesta calórica, si el IMC ya se encuentra dentro de este rango, o mediante un balance negativo de calorías si el IMC es superior a 25 kg/m2, complementado con un aumento del ejercicio para quemar calorías.
Aunque muchos factores de riesgo están relacionados con el estilo de vida, no siempre es fácil, posible o rápido cambiar de estilo de vida. En estos casos, se necesitan fármacos, como las estatinas, para tratar los lípidos sanguíneos elevados, y pueden utilizarse otros medicamentos para tratar la hipertensión arterial o incluso la adicción al tabaco.
La composición de la dieta también es un factor importante en la aparición de ECV. La dieta occidental, cada vez más popular en todo el mundo, es rica en sodio, bebidas azucaradas y deficiente en ácidos grasos omega-3 de origen marino (EPA; DHA), vitamina D, frutos secos/semillas y cereales integrales. Como consecuencia, las personas que siguen esta dieta corren un mayor riesgo de sufrir infartos, derrames cerebrales, diabetes de tipo 2 e incluso la muerte4, y se calcula que los factores dietéticos están asociados a una proporción sustancial de las mortalidades5. Por otro lado, se ha observado que la dieta mediterránea, rica en frutos secos, pescado azul, frutas y verduras, con una ingesta limitada de carne roja, sodio y bebidas azucaradas, reduce la aparición de episodios cardiovasculares6.
También existe una fuerte correlación entre determinados biomarcadores, como la diabetes, y las ECV; de hecho, la Asociación Americana del Corazón ha informado de que los adultos con diabetes tienen hasta cuatro veces más probabilidades de morir de cardiopatía que los que no padecen diabetes7.
Las directrices varían de una región a otra, pero en general se está de acuerdo en que los pacientes con riesgo elevado de ECV deben seguir una dieta cardioprotectora que incluya frutas, verduras, cereales integrales, carnes magras, aves, pescado, frutos secos, legumbres y semillas, con una ingesta limitada de azúcares añadidos8. La dificultad radica en la dependencia de que los pacientes introduzcan cambios para mejorar significativamente su propio estilo de vida, ya que las personas no siguen necesariamente los consejos actuales. Esto se debe, en parte, a la falta de conocimientos de los pacientes, e incluso de los médicos, sobre lo que constituye una dieta equilibrada y nutritiva y cómo conseguirla. Recientemente, se han utilizado biomarcadores para medir el suministro de un individuo de ingredientes importantes. Los biomarcadores más avanzados son para la vitamina D y los ácidos grasos omega-3 (EPA; DHA), y se ha descubierto que una gran proporción de las poblaciones analizadas presentan deficiencias en estos dos componentes9,10. Las directrices siguen evolucionando a medida que salen a la luz más pruebas11.
Del mismo modo que una mala alimentación puede desempeñar un papel clave en el aumento del riesgo de ECV, una dieta equilibrada y rica en nutrientes puede ayudar a prevenir o reducir drásticamente el riesgo de desarrollar ECV. La Organización Mundial de la Salud (OMS) afirma que unos cambios adecuados en el estilo de vida pueden prevenir tres cuartas partes de la mortalidad por ECV, y cada vez hay más pruebas de la influencia de distintos alimentos y nutrientes, y de su papel en la prevención de las ECV 12-15. También existen numerosas investigaciones que indican que nutrientes clave, como el ácido omega-3 eicosapentaenoico (EPA) y el ácido docosahexaenoico (DHA), así como la vitamina D, pueden favorecer la salud del corazón16.
Cada vez hay más pruebas de que los omega-3 EPA y DHA pueden ayudar a reducir el riesgo de ECV. De hecho, en 2012, la Comisión Europea autorizó una declaración de propiedades saludables del artículo 13.1 según la cual 250 mg al día de EPA y DHA contribuyen al funcionamiento normal del corazón17. En 2013, se autorizaron declaraciones adicionales del artículo 13.1 para "el DHA y el EPA contribuyen al mantenimiento de una presión arterial normal" (para una ingesta diaria de 3 g de EPA y DHA) y "el DHA y el EPA contribuyen al mantenimiento de unos niveles normales de triglicéridos en sangre" (para una ingesta diaria de 2 g de EPA y DHA.18
Además, un nuevo metaanálisis de estudios que evaluaban la relación del EPA y el DHA con la cardiopatía coronaria descubrió que el riesgo de cardiopatía coronaria en individuos con triglicéridos o colesterol LDL elevados se reducía significativamente con la administración de suplementos de EPA y DHA19. Sin embargo, un número considerable de grandes ensayos de intervención con suplementos de EPA y DHA en enfermedades cardiovasculares no obtuvieron resultados positivos o informaron de resultados neutros. Por lo tanto, la Sociedad Europea de Cardiología (ESC) no respalda actualmente el uso de suplementos de EPA y DHA en las directrices para la Prevención Cardiovascular.20 No es probable que la ineficacia del EPA y el DHA pueda relacionarse con el resultado positivo o neutro restringido de estos ensayos. Se trata más bien de una cuestión de biodisponibilidad de EPA y DHA y de problemas relacionados con la metodología del ensayo, que se han puesto de manifiesto recientemente al medir los niveles de EPA y DHA mediante el índice estandarizado HS-Omega-3 Index®. 21. En la actualidad, muchos afirman que se necesita una nueva generación de grandes ensayos de intervención basados en niveles para obtener una representación y una comprensión más precisas del impacto del EPA y el DHA en la salud cardiovascular.
No obstante, basándose en los resultados positivos obtenidos en una serie de ensayos y en la totalidad de las pruebas, la Asociación Americana del Corazón (AHA) emitió recientemente una declaración en la que apoya firmemente el uso de suplementos de EPA y DHA en la insuficiencia cardíaca congestiva y, con menor firmeza, en pacientes que han sufrido un infarto reciente.22.
Tradicionalmente reconocida por su importancia en el mantenimiento de la salud ósea, también se ha descubierto que unos niveles más elevados de vitamina D se asocian a la longevidad y a una reducción de la incidencia de episodios cardiovasculares.
Los niveles de vitamina D se miden como 25(OH) vitamina D en suero, y el riesgo tanto de mortalidad como de eventos cardiovasculares aumenta a niveles inferiores a 30 ng/ml, equivalentes a 75 nmol/l23. La vitamina D también desempeña un papel beneficioso en la regulación de la hipertensión arterial24 y en la reducción del riesgo de hipertensión y cardiopatía coronaria25. Aunque un metaanálisis de ensayos de intervención ha descubierto que el aumento de la ingesta de vitamina D reduce la mortalidad total, las sociedades cardiacas no apoyan actualmente el uso de la vitamina D como suplemento, aunque la ingesta de hasta 100µg al día es considerada segura por la EFSA26. Los niveles óptimos de vitamina D pueden alcanzarse de forma segura en adultos mediante la ingesta diaria de vitamina D3 de hasta 100 mg o 4000 E.I. al día27.
También se ha descubierto que nutrientes clave, como las vitaminas C y E, y fibras solubles como el betaglucano de avena, contribuyen a la salud del corazón.
La vitamina E se ha relacionado con un menor riesgo de desarrollar una afección cardiovascular debida al estrés oxidativo y la inflamación, además de ayudar a proteger las células de los daños y mantener la salud arterial28,29,30. Por otra parte, la vitamina C puede contribuir a la salud del corazón, ya que su consumo se ha relacionado con una reducción de la presión arterial31, así como con una mejor vasodilatación en personas con cardiopatía coronaria 32.
Las investigaciones sobre fibras solubles también han puesto de relieve el potencial de reducción del colesterol del betaglucano de avena y la consiguiente reducción del riesgo de desarrollar enfermedades cardiacas33. En 2011 se autorizó en la UE una declaración sobre la reducción de un factor de riesgo de enfermedad para el betaglucano de avena para una ingesta diaria de 3 g: "Se ha demostrado que el betaglucano de avena disminuye/reduce el colesterol sanguíneo. El colesterol elevado es un factor de riesgo en el desarrollo de enfermedades coronarias"34
El cambio mundial hacia un mayor consumo de alimentos pobres en nutrientes es probablemente un factor importante del aumento de las ECV en todo el mundo, pero el apoyo de los gobiernos, los organismos reguladores y los profesionales sanitarios puede ayudar a la industria alimentaria a invertir esta tendencia y garantizar que una dieta nutritiva y equilibrada sea accesible y asequible para todos.
También es crucial que se realicen esfuerzos en todo el mundo para aumentar la concienciación pública y la comprensión de la importancia de una buena nutrición para fomentar la adopción de un estilo de vida y unos hábitos alimentarios que favorezcan la salud cardiovascular. La revisión de las directrices actuales podría ayudar a conseguirlo, y proporcionar un enfoque coherente en la recomendación de estrategias de salud cardiovascular podría conducir a un aumento de la ingesta de micronutrientes esenciales para ayudar a mejorar la salud cardiovascular en todo el mundo.
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[34] Reglamento (UE) nº 1160/2011 de la Comisión, de 14.11.2011.
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