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noviembre 27, 2020
Obtenga más información sobre los mecanismos de los omega-3, cómo pueden contribuir a la inmunidad en todas las etapas de la vida y por qué las soluciones para la salud inmunitaria deben adaptarse a las necesidades nutricionales específicas de cada grupo de edad.
El seminario web completo, "Los ácidos grasos omega-3 y el sistema inmunitario: una perspectiva a lo largo de la vida", está disponible en y se puede ver a la carta aquí.
Los omega-3 suelen asociarse a sus conocidos beneficios para la salud ocular, cardiaca y cerebral, pero no necesariamente a otros beneficios para la salud como la inmunidad, el rendimiento deportivo, la calidad del sueño y el estado de ánimo. En el reciente seminario web "Los ácidos grasos omega-3 y el sistema inmunitario: una perspectiva a lo largo de la vida", el profesor Philip Calder comparó el sistema inmunitario con una orquesta que funciona bien. Como una orquesta, cada célula del sistema inmunitario desempeña su propia función, uniéndose para eliminar los agentes patógenos y ofrecer protección al organismo. Por esta razón, el sistema inmunitario es intrincado y complejo; todas las células deben funcionar correctamente para proporcionar la última línea de defensa del individuo.
Los ácidos grasos omega-3, el ácido eicosapentaenoico (EPA) y el ácido docosahexaenoico (DHA) tienen un papel que desempeñar en esta orquesta y se muestran cada vez más prometedores en el apoyo a la salud inmunitaria.
Debemos buscar fuentes dietéticas preformadas para complementar los aportes de omega-3 necesarios para mejorar la inmunidad. El EPA y el DHA se encuentran en el pescado azul, los aceites de pescado, los aceites magros de pescado, los aceites de algas, el aceite de krill y en preparados farmacéuticos concentrados, pero pueden variar mucho en su contenido de omega-3 y en el tamaño de las porciones. Por ejemplo, la caballa puede aportar 3,09 g de omega-3 por ración, lo que es significativamente superior al atún en conserva, con 0,08 g/porción. A nivel mundial, la ingesta sigue siendo baja, ya que la mayoría de las personas consumen menos de 0,2 g/día de omega-3, a menos que el pescado graso o los suplementos formen parte de su dieta. Esta ingesta es inferior a la recomendada.
Con tantas opciones disponibles ahora, los consumidores pueden optar por tomar cápsulas estándar, concentradas o de calidad farmacéutica... o disfrutar de un plato de su pescado favorito. Sin embargo, los últimos avances científicos sugieren que la administración de suplementos de EPA y DHA no sólo depende de la dosis, sino que también debe mantenerse a lo largo del tiempo para obtener el efecto deseado.
Dado que el sistema inmunitario de una persona evoluciona con los años, también lo hacen sus necesidades de omega-3. La tolerancia inmunitaria se desarrolla en los primeros años de vida y se ve afectada significativamente por la nutrición materna, lo que proporciona a los lactantes un comienzo positivo en la vida. Por ejemplo, la colonización bacteriana del intestino comienza pronto y continúa desarrollándose a lo largo de la vida del niño para favorecer la respuesta inmunológica. El desarrollo de estas respuestas es crucial para mantener el equilibrio entre las dos caras del sistema inmunitario: la defensa contra los organismos amenazantes y la tolerancia del yo, los alimentos y los organismos no amenazantes. Sin este delicado equilibrio, los niños son más susceptibles a las infecciones y a las enfermedades inmunomediadas, como las alergias.
Aprender a tolerar determinados alimentos forma parte del desarrollo del sistema inmunitario del lactante. Las investigaciones demuestran que los omega-3 EPA y DHA desempeñan un papel importante en la reducción de la inflamación alérgica en los primeros años; una teoría que se ha explorado en los últimos años. Un estudio clave descubrió que los bebés de madres que tomaron aceite de pescado a partir de la semana 25 de embarazo tenían menos probabilidades de ser sensibles al huevo, padecer eccema asociado a IgE o una alergia alimentaria.1 Durante el seminario web, el profesor Calder compartió algunas de sus propias investigaciones publicadas sobre la relación entre el consumo de omega-3 y la reducción de infecciones en escolares. En un estudio, escolares tailandeses de entre 9 y 12 años consumieron leche enriquecida con EPA y DHA durante seis meses. Los resultados indicaron que los niños eran menos propensos a contraer enfermedades respiratorias durante este periodo, y que tomaban menos días de baja por enfermedad en comparación con el placebo.2
Los beneficios antiinflamatorios de los omega-3 también se extienden más allá de la infancia, para favorecer la salud inmunitaria de las personas a medida que envejecen. Aunque la inflamación es una parte clave de la respuesta inmunitaria, la inflamación continua puede afectar negativamente a la salud y causar daños en los tejidos. En el organismo, la inflamación se produce en dos fases: inicio y resolución. La resolución es importante para ayudar a prevenir nuevas infecciones y más daños en los tejidos. Investigaciones recientes demuestran que el EPA y el DHA producen mediadores pro-resolución especializados (SPM). Estos son factores vitales para combatir la inflamación continua en la edad adulta y pueden ayudar a promover la reparación y curación de los tejidos.
Una revisión sistemática también indicó que el EPA y el DHA pueden disminuir el dolor en pacientes con artritis, además de proporcionar otros beneficios clínicos.3 De hecho, incluso se ha demostrado que unos niveles sanguíneos más altos de EPA mejoran la respuesta de un individuo al tratamiento actual para la artritis reumatoide.4 Con la investigación sobre el EPA y el DHA y su efecto sobre la inflamación ganando ritmo, existe un potencial significativo para realizar más estudios sobre el impacto de los omega-3 en las enfermedades inflamatorias, como el cáncer, el deterioro cognitivo y la diabetes de tipo 2. ¿Quiere saber más sobre el papel de los omega-3 y la inmunidad? Vea el seminario web completo, ''Los ácidos grasos omega-3 y el sistema inmunitario - una perspectiva a lo largo de la vida'' con el profesor Philip Calder a la carta.
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C. Furuhjelm et al., 'Fish oil supplementation in pregnancy and lactation may decrease the risk of infant allergy', Acta Paediatr, vol., 98, no. 9, 2009, 1461-7.
A. Thienprasert et al., 'Fish Oil N-3 Polyunsaturated Fatty Acids Selectively Affect Plasma Cytokines and Decrease Illness in Thai Schoolchildren: A Randomized, Double-Blind, Placebo-Controlled Intervention Trial', J. Pediatr. vol. 154, no. 3, 2008, pg. 391-395.
M. Abdulrazaq, J.K. Innes y P.C. Calder, Effect of w-3 polyunsaturated fatty acids on arthritic pain: a systematic review. Nutrición, 39-40, 2017, 57-66.
L. Jeffery et al., Plasma levels of eicosapentaenoic acid are associated with anti-TNF responsiveness in rheumatoid arthritis and inhibit the etanercept-driven rise in Th17 cell differentiation in vitro. Revista de Reumatología, 44, 2017, 748-756.
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