"No creo tanto para el presente, sino para lo que es mi visión futura...
Al cabo de un tiempo, ya no puedes controlar lo que el perfume evoca en los demás. Vive su propia vida.
A veces una persona se pone un perfume porque huele bien, otras porque le hace sentir bien. ¡Me encanta esa sensación!"
De niño, la casa de Adilson Rato en São Paulo (Brasil) estaba rodeada de un gran jardín, donde jugaba entre plantas, flores y animales. "Lo hacíamos todo fuera", recuerda. Años más tarde, durante sus estudios de química, un amigo le habló de una oportunidad en una empresa de perfumes. Adilson estaba tan intrigado por el mundo de los perfumes, que tomó la decisión de dedicarse a sus estudios de química por las tardes para pasar sus días como becario dentro de la casa de fragancias. Pasó su primera semana limpiando las existencias de materias primas, oliendo cada una por turno. Para él fue como entrar en otro mundo. Los perfumistas se encariñaron rápidamente con el encantador joven Adilson y, cuando cumplió dieciocho años, uno de ellos le extendió la invitación y le pidió que trabajara a su lado. Adilson inició así su formación y pasó a especializarse en fragancias finas.
Como creativo, Adilson es consciente tanto de sus competidores como de sus colegas. Siente la necesidad de compararse. Y sin embargo, cuando se le pregunta si le gusta la competición, responde con una sonrisa pícara: "¡Competición no, progreso, sí!". Su búsqueda de modelos le llevó a abandonar São Paulo para dirigirse a Nueva York, donde conoció a Maurice Roucel. Por muy confiado que estuviera antes en su habilidad, pronto se hizo evidente para Adilson que aún le quedaba mucho camino por recorrer. Regresó a Brasil y a dsm-firmenich , transformado y satisfecho por haber encontrado una nueva meta.
Adilson destila sus fórmulas una y otra vez, en un esfuerzo por dominar sus materias primas. Durante mucho tiempo aspiró a crear su fragancia emblemática, y finalmente se centró en una bergamota en particular, que desde entonces se ha convertido en la suya propia.
A Adilson le encanta el momento en que sabe que ha creado un buen perfume, se convierta o no en un éxito de ventas. Para él, se trata de ser capaz de insertar un poco de sí mismo, de dsm-firmenich y del cliente en su creación y luego dejar que viva de forma independiente. "Al cabo de un tiempo, ya no puedes controlar lo que el perfume evoca en los demás. Vive su propia vida. A veces una persona se pone un perfume porque huele bien, otras porque le hace sentir bien. Me encanta esa sensación".